Frida Kahlo ( Coyoacán, 1907-1954), no se necesita siquiera describir quien era o hablar de su maravillosa obra. Su vida misma fue una obra de arte, una performance vanguardista. Apasionada de la vida, amante de la naturaleza, Frida sentía amor por las mariposas monarca. Esas mariposas que llegaban a Michoacan luego de un viaje de miles de kilómetros desde California, huyendo del frío y buscando el cálido suelo mexicano, donde eran y son eternamente bienvenidas.
Frida sentía su cuerpo roto, un terrible accidente vehicular la había dejado con graves secuelas en su columna y en sus piernas. En ese momento comenzó a pintar, y siempre su cuerpo, sus sentimientos, sus emociones, fueron la materia que trabajó. Quizás las monarcas le recordaban que tras su aparente fragilidad, había una fortaleza inconmensurable, una fuerza que las guiaba buscando la luz del sol. Le decían a Frida que su pintura era surrealista, onírica. Frida contestaba que ella pintaba su propia realidad. La mujer, que impedida físicamente, pocas veces podía caminar sin dolores, y que sin embargo volaba con su imaginación y expandía sus alas hacia el infinito como las mariposas monarcas.
Frida sentía su cuerpo roto, un terrible accidente vehicular la había dejado con graves secuelas en su columna y en sus piernas. En ese momento comenzó a pintar, y siempre su cuerpo, sus sentimientos, sus emociones, fueron la materia que trabajó. Quizás las monarcas le recordaban que tras su aparente fragilidad, había una fortaleza inconmensurable, una fuerza que las guiaba buscando la luz del sol. Le decían a Frida que su pintura era surrealista, onírica. Frida contestaba que ella pintaba su propia realidad. La mujer, que impedida físicamente, pocas veces podía caminar sin dolores, y que sin embargo volaba con su imaginación y expandía sus alas hacia el infinito como las mariposas monarcas.
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